En la Biblia hallamos dos leyes, mejor conocidas como los dos testamentos. Sus reglas son distintas; por tanto es imposible guardar las dos. Pero esto no las hace contradecirse, pues el mismo Dios es autor de ambas. Antes bien, fueron escritas para dos épocas distintas. La ley antigua sirvió bien para su época particular; la nueva sirve bien ahora. Consideremos las dos en más detalle.
Desde el monte Sinai Dios entregó una ley al pueblo de Israel y mandó a Moisés a escribida. Por eso esa ley llegó a conocerse como la ley de Moisés. El Nuevo Testamento a veces se refiere a ella como “la ley”, mientras se refiere al nuevo orden que Cristo instituyó como “la gracia”.
Bajo aquella ley antigua Dios declaró principios morales. También instituyó un orden civil y religioso que ayudó al pueblo a guardados. Aquella ley con sus ceremonias religiosas señalaba en figuras hacia Cristo.
Si alguno no obedecía la ley de Moisés, tenía que morir.
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